Ya es el segundo libro de Isabel Rodriguez. Paso a paso sus ilusiones se van haciendo realidad, en este mundo editorial nada fácil. No me queda más que como amiga de mi familia felcitarla, y dar gracias por el ejemplo que transmite a todos.
Aquí va un avance de lo que se puede leer, y descubrir es sus páginas.
República Dominicana / Las Terrenas 1999
Al aterrizar en Santo Domingo me llamó la atención que la mayoría del pasaje aplaudiera y no tan solo eso, muchos se abrazaban con patente jolgorio. La mayoría eran emigrantes que regresaban a pasar las fiestas navideñas con los suyos.
Aún no se había apagado el piloto de la luz que indicaba desabrochar cinturones, cuando por arte de magia, desaparecieron los jerséis, se guardaron las chaquetas y la ropa de abrigo brillaba por su ausencia.
La mayoría de las mujeres mostraban sus acentuadas curvas, debajo de las ceñidas y apretadas camisetas de colores, unos chicos se colocaban oscuras gafas de sol, otros coquetos se acicalaban peinándose el cabello con gomina. La finalidad de tal emperifollamiento era la de impresionar a sus familiares con su llegada triunfal.
¡Cuantos abrazos y besos no dados llevaban en su abultado equipaje! ¡Cuantos deseos reprimidos en sus bolsillos!
En todos desbordaba la manifiesta alegría ante la ilusión tan cercana ya al reencuentro.
De nuevo la sangre volvía a la sangre, a la cuna, a la calidez del origen, a su patria. Me imaginé lo que debía representar estar alejado de los tuyos y de lo tuyo durante meses, corretear los domingos las calles de otra ciudad, vivir la soledad en medio de la multitud.
No poder sentir más que la propia separación, a veces rechazo y la marginación, otras la explotación, muchas veces en camas calientes instaladas para gastar el mínimo, ahorrando el máximo. Siempre cuidando a otros padres y abrazando continuamente a otros hijos.
Muchos sacrificios llevaban dentro de sus grandes equipajes. ¡Cuantas lágrimas dejaban atrás, ocultas en tan oscuras gafas!
Comprendí su enorme alegría, su irrefrenable deseo de abrazar su tierra de volver a ser gente entre su gente y me uní a su aplauso contagiada con su fiesta.
Isabel Rodriguez Vila ( páginas 141/142 del libro "Descubriendo el corazón de la tierra")
