A las 6 de la mañana he iniciado una hora de carrera continua por los caminos que discurren entre los canales y esclusas de esta llamada Venezia portuguesa. Total un hora y poco más de disfrute. Que para algo sirve cargar con las run shoes en la maleta.
Aveiro es una pequeña ciudad industrial y universitaria, por lo que en su centro antiguo, plagado de bares curiosos y restaurantes de pescado, se respira una atmósfera de gente joven intelectual, muy tranquila y agradable.
La pasada noche a llovido, la mañana es fresca, la marea está alta con lo que las pistas están ahora inundadas y me obligan a correr por lo alto de los márgenes, a la vuelta ya los encuentro más transitables.
A esta hora la soledad solo se ve interrumpida por dos hombres que trabajan en la recolección de sal,y los perros de los varaderos que escuchado mi trote me avisan de su presencia.
Todo está vacío a estas horas de despuntar el día, y en los viejos tinglados del puerto en ruinas, conviven con las nuevas edificaciones para embarcaciones deportivas, lofts , bares de diseño.
Más adelante encuentro los camiones cargados de madera para las fábricas de celulosa, están desordenadamente alineados para su entrada en los muelles de carga. Algún conductor que a dormido allí en su cabina se empieza a desperezar.
De vuelta a mi céntrico hotel paso por el mercado do piexe que encuentro con las primeras paradas parece que la gente no es muy madrugadora...
A las 8.30 me vienen a buscar, tengo aún tiempo de tomar un buen desayuno...
A la tarde viajaré con el tren Alfa hasta Lisboa y de allí taxi al aeropuerto y el Vueling hasta BCN a las 1:30 de la nueva mañana llegaré a casa si el tiempo no lo impide..